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Mostrando entradas de mayo, 2014

La duda

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Algo pasa. Mis últimas visitas a la librería coinciden con el último ejemplar del libro que me llevo. Esta vez, para agregarle algo diferente a la hazaña, el encuentro con un amigo me hace plantearme una duda que antes era impensable. Nos saludamos, y hablamos de las citas incumplidas a las que nosotros llamamos deudas. -Nos debemos una comida. -Sí. Y no tenemos pretextos, ahora estamos más cerca. Coordinemos. -Es cierto, ya no hay excusas. Nada, se me hace tarde, te llamo, un beso. -Hasta luego. Un momento. Hubo algo antes del “hasta luego". -Tú si lees. -Pavel, es que me gusta. -Bueno, realmente no soy quién para reclamarte ahora que también me he sumado a la lectura. (No le digo, pero hago memoria y caigo en cuenta que leo desde que recuerdo, hecho que me excluye de las estadísticas de moda). -¿Sí? Excelente. -Sí. Leo dos libros de finanzas por mes. Lo siguiente a mi despedida fue una mirada al texto que estaba a punto de pagar. ¿Estoy le

Dando tumbos

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Saber qué se quiere y hacia dónde ir. Es la mecánica diaria y hasta para comer existe esa dinámica,  lo demás es galloloquismo o en su defecto espontaneidad. Lo último está bien cuando se quiere ser aventurero o cuando es necesario agregar algo de “emoción”  a lo cotidiano. Pero en cuestiones de trabajo debe  existir necesariamente una meta, y ninguna meta carece de estrategias; éstas, a su vez, son inaplicables sin planificación: objetivos, recursos, dead line… Trabajar dando tumbos, dando palos a ciegas, hace cumplir un objetivo mediocre, impreciso; si es que se cumple. Más que nada, rompe la dinámica de todo un equipo, irrumpe los esfuerzos individuales, desmoraliza y hace que el conjunto pierda interés en la causa. Todo eso se resume más o menos como “a la brigandinaza”, para ponerle un nombre popular. El resultado es predecible. La cantidad de tiempo y energía que se derrocha con un sistema en el que no existe planificación es, más que incalculable: invaluable.