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Una ruta impensable

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Playa Macao, Punta Cana. Foto: Glenys González. República Dominicana es algo así como la tierra que no te cansas de explorar. La diversidad de opciones de nuestra isla y su gente le permite al viajero curioso armar cualquier cantidad de rutas para no aburrirse de descubrir y andar. Una de ellas es esta que hicimos para darle la bienvenida al verano y, junto con él, a los días de vacaciones. Con este recorrido nos salimos de lo normal. ¿A que no te la imaginas? Primera parada:  Conozcamos Los Haitises Está bueno de ver las fotos de los demás: arma tu mochila y sal al amanecer. Una vez que llegas, si eres de los que disfrutas de la naturaleza, quedarás impresionado. Su bienvenida es un laberinto de manglares y un fuerte coro de Julián Chiví. Desde aquí parten los botes que inician el trayecto y el paisaje natural que se va abriendo ante tus ojos es una fiesta para los sentidos. Esta área protegida es la casa de al menos 110 especies de aves: ¿sabías que hay alrededor de 7 tipo

Mi situación con los zip lines

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La situación es esta: la creciente industria del turismo en RD ha dado pie, para gracia de nuestros pueblos y comunidades, al auge del ecoturismo. Con ello, también aumentó el número de opciones para tirarse, o como solemos decir en Dominicana, "jondiarse" entre montañas y hermosísimos paisajes verdes por medio de zip lines.  Yo he probado un buen par de ellos pero admito y lo digo siempre: no me gustan. ¿Por qué? Porque realmente me estresan. La primera vez que me lancé de uno fue en el parque Cumayasa Sky Adventure y las advertencias de seguridad y de riesgos fueron tan específicas que desde el momento en que me equiparon hasta que me lanzaron no paré de preocuparme: si tenía las manos donde debía; que las piernas estuvieran en la posición que me indicaron para evitar llegar a la estación sin una menos...(estoy exagerando, jajaja)  y por su puesto; que debía estar muy pendiente a las señales de los guías y cuidando de hacer movimientos brúscos que me hicieran perder el

Chilaquiles rojos caseros

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Suelo cocinar con cierta frecuencia pero como no presumo de foodie ni mucho menos de cocinera experta no ando mostrando mis "creaciones". Sin embargo, una que otras veces alguna preparación me inspira y la comparto en Instagram.  Alguien me pidió la receta de estos chilaquiles, uno de mis favoritos dentro de la extensa gastronomía mexicana; la comida que más disfruto en el mundo. Así que  aquí la pongo, por si alguien más se anima a preparar esta ricura para el desayuno (también se lo puede comer de cena, como prefiera).  Ingredientes:  Tortillas de maíz. 1 ó 2 huevos  2 tomates maduros 1/4 de cebolla en juliana 1 diente de ajo picadito o 1 cucharita si es en pasta 1 taza de agua  Aceite de oliva  Sal/pimienta Preparación:  En una sartén sofreir la cebolla con el ajo. Salpimentar,   agregar lo tomates y revolver. Colocar la taza de agua y dejar cocer entre 1 y 2 minutos. Luego, agregar las tortillas trituradas. Mezcla y apaga.  En otra sartén, fríe los hue

Bourdain, el fin de una aventura

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Ningún viaje gastronómico era lo esperado si Bourdain era quien lo narraba. El chef neoyorquino amante de las experiencias, la gente y la cultura se encargó de mostrar a través de sus programas que todo eso estaba plasmado en la comida. No se trataba de mostrarle a la audiencia la estética de los platos ni sus preparaciones, no. Lo de Anthony era enseñarles a las personas que detrás de cada comida o ingrediente había una o mil historias más interesantes que el plato final. Para Bourdain la comida era una eterna invitación para compartir y conocer a las personas que también eran su pasión; no fue por casualidad que se dedicara a explorar el mundo y que el trabajo televisivo por el que es más conocido internacionalmente se llamara “No reservations” (Sin revervas). “Ahora soy más libre y más feliz”, confesó en una entrevista sobre el haber abandonado los fogones para dedicarse a viajar. Por eso, porque además de chef lo que siempre disfrutó fue el poder compartir sus experienci

Paseando por San Pedro de Macorís

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Por más que usted haya viajado al mismo sitio nunca llegará a conocer del todo ese lugar. Siempre habrá cosas por descubrir, el tiempo deja huellas en la gente y en los espacios, de manera que la experiencia siempre será nueva pero hay que estar dispuestos a reconocerla. Eso pasa con San Pedro de Macorís, cuna del desarrollo en época de la colonia, inmigrantes de islas británicas (cocolos) y bateyes. Hoy, quizá no tan atractiva para el turismo interno. Haces un repaso y creerás que no habrá nada interesante pero para cambiar esta idea es necesario poner a descansar la actitud de turista y sacar a pasear la de explorador. Sí, porque solo así es posible disfrutar de nuevas experiencias dentro de tu propio país. Por ejemplo, a casi nadie se le ocurre ir a pasear a un batey; ese espacio en el que viven los trabajadores del ingenio y sus familias. Ni una sola calle asfaltada, caña por aquí y por allá. Casitas que parecen postales, pintadas y atiborradas de plantas...estamos

Destino Polo, Barahona

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Por dos cosas es conocido el municipio de Polo, Barahona: el cultivo de café y el mítico tramo magnético. Pero la pequeña comunidad es también un remanso de paz para quienes buscan la tranquilidad en un ambiente rural y campestre. Su estratégica ubicación en un valle entre las montañas que conforman la Sierra de Bahoruco, hacen de Polo un lugar idóneo para caminatas reconfortantes, senderismo ecoturístico, y rutas exploratorias en bicicleta. Aún a la espera de un mayor desarrollo económico y social, los verdes escenarios reciben cada año la festividad que celebra la cosecha cafetera; un festival cultural y musical que se lleva a cabo durante tres días en el play de la localidad. El evento es una iniciativa del Comité Permanente de Cultura de Polo, que se encarga de la organización, y este año arriba a la versión número 12 con el objetivo de promocionar lo ecológico y cultural de la región. Pero una vez que termina la algarabía, los residentes de Polo recobran la tra

Cuando la tristeza se muda de día

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Atardecer en La Habana, Cuba. Foto: Glenys González Lo que me interrumpió fue la mesa del centro. Había estado tratando de escribir algunos versos  y luego de varios minutos de un vano insatisfecho corrí abruptamente a la cocina, a reforzar mi bebida.  Miré hacia atrás. Ya nada era perfecto. Una línea, que antes recta, se había vuelto diagonal por culpa de mi tropiezo. Y todo porque en vez de patas la mesa del centro tiene ruedas.  Ruedas. Así es como pudo deslizarse con mi leve interrupción. Recuerdo que cada golpe es a futuro una mancha que aspira a algún tipo de color violeta pero queda en un gris, y pienso en el próximo trofeo de este descuido. Sigo con las elucubraciones y reparo en que esta vez la tristeza no se ha mudado de casa; se ha mudado de día. Llegó con 24 horas de antelación y ha convertido este sábado en uno sin sabor.  Porque no ha nacido nadie que defina este gusto.  Hay quien la ha presumido amarga, y es solo por leyes asociativas que relacionan lo amargo c