Una mañana en el gomero
El guía se había vuelto un "chicle" desde hacía unos días. Cuando se es nuevo en los menesteres del manejo cada sonido o cambio en el vehículo es motivo de alarma. "Algo pasa", me decía. "Este guía parece un chicle masticado", así describía la flojera desmedida que se le metió, de la nada, al volante en cada giro. Esa mañana del sábado madrugué para ser de las primeras en el taller. Rondaban las 8:00 a.m y cuando llegué Miguel ya estaba allí. Chacabana blanca, zapatos lustrados, cara de apuro que "andaba rápido", pero los muchachos a penas abrían el local así que tendría que esperar para tapar ese piche en la goma trasera izquierda que interrumpió su trayecto tempranero. Me desmonto. De inmediato empiezan a decirme cosas que no entiendo muy bien. Asumo una sabiduría, que más que ego es escudo para que no me engañen, y repito que mi visita es por alineamiento y balanceo. Miguel se llamó "mocano de pura cepa" y a su lado es d