Perdí el libro y el interés
A propósito de la Feria del libro, Arturo y yo tuvimos una conversación que fue a parar, entre muchos temas afines, en el ejercicio de recordar todos los episodios en el que nuestro patrimonio literario ha sido de alguna manera afectado. Su “biblia” –así le llama a la gran obra de Junot Díaz- recién la recuperó después de que una amiga, la tuviera por meses. Mientras me contaba la hazaña-suerte de tenerla nuevamente en sus manos, yo recordaba mis dos más tristes casos: uno, en el que tristemente perdí el libro, y el otro, en el que desgraciadamente perdí el interés. Siempre me atrajo Grecia y Roma por su filosofía, pero sobre todo por su mitología, por eso me compré un librito azul que me pareció fantástico: “Los fantasmas de Roma”, de Paloma Gómez. Era perfecto; pequeños cuentos que revelaban detalles, nombres y sitios específicos en el que aparecían los espectros. El profesor de Historia de las religiones tuvo un antojo delicioso con él y a cambio de éste, me ofreció el préstam