Dando tumbos


Saber qué se quiere y hacia dónde ir. Es la mecánica diaria y hasta para comer existe esa dinámica,  lo demás es galloloquismo o en su defecto espontaneidad. Lo último está bien cuando se quiere ser aventurero o cuando es necesario agregar algo de “emoción”  a lo cotidiano. Pero en cuestiones de trabajo debe  existir necesariamente una meta, y ninguna meta carece de estrategias; éstas, a su vez, son inaplicables sin planificación: objetivos, recursos, dead line…
Trabajar dando tumbos, dando palos a ciegas, hace cumplir un objetivo mediocre, impreciso; si es que se cumple. Más que nada, rompe la dinámica de todo un equipo, irrumpe los esfuerzos individuales, desmoraliza y hace que el conjunto pierda interés en la causa. Todo eso se resume más o menos como “a la brigandinaza”, para ponerle un nombre popular.

El resultado es predecible. La cantidad de tiempo y energía que se derrocha con un sistema en el que no existe planificación es, más que incalculable: invaluable. 


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