Haciendo memoria

Me acuerdo mucho y  de  todo. De la mañana dando vueltas en la tienda tras cosas imposibles solo para consolarnos el desasosiego, del árbol de mamón que crecía en el patio de la ferretería junto a las montañas de arena; ese olor tan embriagante de la fruta que no me dejaba comerla en paz. También de aquella vez que descubrimos que las multitudes me asfixiaban y andaba con mi carterita de un azul cielo. De cuando caminar era la única opción y para que el viaje no pareciera largo me comprabas una paleta de helado; la brisa derretía el hielo tintado que se chorreaba y entonces llegaba como manchas y gotas de color a la ropa; un nuevo estampado en cada salida.
Caminamos mucho, antes se podía y era necesario. Del cuento de los tiros, de la deserción, el camión lleno de maletas, del vendedor de biblias, del golpe con la sombrilla, el sacrificio diario,  las goteras sincronizadas, las amanecidas, de las limonadas, la mitad del callejón con flores y la otra con verduras, el miedo y la falta de educación del pueblo…Y entre todos los refranes, uno que nunca como ahora parecería sin sentido, tal vez por lo poco que valen los cien pesos y lo mucho que escasean los amigos. ¡Si vieras lo cerca que está todo de todos y lo vacío que es el condenado todo! Es una lucha diaria: para hacerlo bien, quedar bien, vivir bien…no recuerdo ninguna frase ahora que me sirva para este entonces.

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