Esto era obsesión

La búsqueda de la perfección tiene un precio. La naranja mecánica de Stanley Kubrick, adaptación de la novela de igual nombre del británico Anthony Burgess, tuvo varios.

Gracias a la famosa condición de quisquilloso de su director, la cinta tiene una serie de post-historias para contar. Toda una montañita de datos que le valieron a Kubrick para afianzar su ya conocido historial. Empezando por su exigencia. Trabajar bajo su dirección era, como dicen hoy, un deporte extremo, había que estar preparado para interminables horas extras de rodaje, incluso para rayarse una cornea y quedar ciego momentáneamente, terminar con varias costillas rotas, o casi ahogarse, como le pasó a Malcolm McDowell, actor principal de la cinta. 

Una escena filmada una y otra vez también tiene este resultado: que te abandone el reparto, como la actriz que tuvo que ser remplazada porque la escena de la violación, además de violenta, parecía no quedar bien nunca.
Con razón, a McDowell se le atribuye la siguiente declaración, años después del estreno película: “Durante el rodaje de La Naranja Mecánica amé y odié a Kubrick al mismo tiempo. Pero creo que la calidad humana de Kubrick no está a la altura de su talento. Se comportaba con los actores como el más terrible de los tiranos”.
Luego de varias controversias y censuras, hoy La naranja mecánica es considerada como una obra maestra de la cinematografía. Y Kubrick es uno de los cineastas más influyentes e importantes de la historia. 







Publicado en la edición de septiembre de la revista Pandora, de Multimedios El Caribe. 
Fotos por Franklin Marte.  









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